jueves, 23 de noviembre de 2006

Muy adentro

Era ya de noche. Hora de volver a casa. Que bella era. Cabello negro y morena de piel. Pechos pequeños, cintura estrecha y delgada. Casi todo en ella tendía a ser pequeño excepto sus ojos. Marrones y enormes, siempre destilaban dulzura y una curiosidad cariñosa en su mirada.

La recuerdo junto al mar con uno de aquellos biquinis tan escasos que gustaba lucir. Había uno de punto en color crudo que me gustaba especialmente. Me invitaba a fantasear sobre la existencia de tela bajo los huecos del ganchillo.


Han pasado muchos años, pero con frecuencia me viene a la memoria el momento en que, tras un caluroso día de playa, se enfundaba aquel top tan escueto y se quitaba la pare de arriba haciendo malabarismos para no dejar nada al descubierto. Era un top amplio, no ceñido al cuerpo. De vivos colores donde predominaban el azul y el amarillo. Su largo era el justo e imprescindible para cubrir sus delicados pechos. Cualquier movimiento delataba su forma y su firmeza pero también cualquier alteración de sus pezones era de inmediato puesto de manifiesto. Cuantas fantasías me regalaron esos momentos. Cuantas veces al llegar a casa, en la ducha refrescante que aliviaba el fuego de mi piel, mis manos iban ansionas a mi sexo y terminaba explotando por el deseo.

Aquella tarde ya habiamos dejado atrás el verano, pero ella aun mantenia el bronceado brillante del Mediterraneo. Nos sentamos en el banco de piedra junto al mercado. No recuerdo de que hablábamos, pero si digo que conspirábamos tramas de pandillas adolescentes, seguro que no me equivoco mucho.

Hacía poco que compartíamos parte de nuestro corazón y nuestras manos aún albergaban dudas acerca de los límites secretos que no debían traspasarse. Con los dedos entrelazados nos miramos y se hizo un silencio. Su boca se entreabrio como para decir "te quiero", pero aquellas palabras aun sonaban demasiado serias para lo que estabamos construyendo. Mis labios se abrieron como para decir "lo sé y te correspondo", pero me faltaba madurez para articular ese sentimiento.

Y a falta de verbo, nuestras bocas se hicieron beso; mi primer beso.

Hace ya casi veinte años de aquel momento y aun llevo en mi boca la magia de aquel suspiro. Hubo más besos, miles de ellos. Ha habido caricias y sexo, ternura y deseo. Pero nunca antes y nunca despues volví a sentir algo tan intenso. A veces, sin pretenderlo, estando en la cama, en el sofá o en el metro, de pronto mi corazón se estremece, vuelve aquel temblor de mi cuerpo, la palpitación de mis labios, la inseguridad de mi lengua, se me nubla la vista y lloro en silencio.

Estoy seguro que cuando llegue mi hora y el destino venga a rendirme cuentas, mi último pensamiento será para ese primer beso y mi alma, condenada al fracaso, volverá a intentar volver el tiempo para revivir aquel momento.

1 comentario:

Palabrasalbapor dijo...

Me encanta como describes tu recuerdo. Sin embargo, en mi caso, aunque reconozco que ya he dicho varios "te quiero", su recuerdo queda borrado por el único que considero que ha sido el verdadero y al que todavia y espero que por mucho tiempo se lo siga diciendo.

Saludos