viernes, 24 de noviembre de 2006

Cohen-Tarantino

Tarantino interpreta a Cohen - Cohen pone música a Tarantino


Cohen interpreta a Cohen


jueves, 23 de noviembre de 2006

Muy adentro

Era ya de noche. Hora de volver a casa. Que bella era. Cabello negro y morena de piel. Pechos pequeños, cintura estrecha y delgada. Casi todo en ella tendía a ser pequeño excepto sus ojos. Marrones y enormes, siempre destilaban dulzura y una curiosidad cariñosa en su mirada.

La recuerdo junto al mar con uno de aquellos biquinis tan escasos que gustaba lucir. Había uno de punto en color crudo que me gustaba especialmente. Me invitaba a fantasear sobre la existencia de tela bajo los huecos del ganchillo.


Han pasado muchos años, pero con frecuencia me viene a la memoria el momento en que, tras un caluroso día de playa, se enfundaba aquel top tan escueto y se quitaba la pare de arriba haciendo malabarismos para no dejar nada al descubierto. Era un top amplio, no ceñido al cuerpo. De vivos colores donde predominaban el azul y el amarillo. Su largo era el justo e imprescindible para cubrir sus delicados pechos. Cualquier movimiento delataba su forma y su firmeza pero también cualquier alteración de sus pezones era de inmediato puesto de manifiesto. Cuantas fantasías me regalaron esos momentos. Cuantas veces al llegar a casa, en la ducha refrescante que aliviaba el fuego de mi piel, mis manos iban ansionas a mi sexo y terminaba explotando por el deseo.

Aquella tarde ya habiamos dejado atrás el verano, pero ella aun mantenia el bronceado brillante del Mediterraneo. Nos sentamos en el banco de piedra junto al mercado. No recuerdo de que hablábamos, pero si digo que conspirábamos tramas de pandillas adolescentes, seguro que no me equivoco mucho.

Hacía poco que compartíamos parte de nuestro corazón y nuestras manos aún albergaban dudas acerca de los límites secretos que no debían traspasarse. Con los dedos entrelazados nos miramos y se hizo un silencio. Su boca se entreabrio como para decir "te quiero", pero aquellas palabras aun sonaban demasiado serias para lo que estabamos construyendo. Mis labios se abrieron como para decir "lo sé y te correspondo", pero me faltaba madurez para articular ese sentimiento.

Y a falta de verbo, nuestras bocas se hicieron beso; mi primer beso.

Hace ya casi veinte años de aquel momento y aun llevo en mi boca la magia de aquel suspiro. Hubo más besos, miles de ellos. Ha habido caricias y sexo, ternura y deseo. Pero nunca antes y nunca despues volví a sentir algo tan intenso. A veces, sin pretenderlo, estando en la cama, en el sofá o en el metro, de pronto mi corazón se estremece, vuelve aquel temblor de mi cuerpo, la palpitación de mis labios, la inseguridad de mi lengua, se me nubla la vista y lloro en silencio.

Estoy seguro que cuando llegue mi hora y el destino venga a rendirme cuentas, mi último pensamiento será para ese primer beso y mi alma, condenada al fracaso, volverá a intentar volver el tiempo para revivir aquel momento.

martes, 21 de noviembre de 2006

Encrucijada

Me miras y no me ves,
porque hace mucho que he ido cambiando y tú no has querido reconocérmelo.
No has querido acompañarme. Y ahora ya no estoy a tu lado.

Sigo aquí, pero me miras y te desconciertas.

Crees que me he alejado de ti porque no comparto tu camino.

No se que piensas cuando me miras,

pero es evidente no te gusta lo que ves.
Demasiadas pegas,
demasiado a disgusto,
demasiado muerto,
demasiado mustio.

Decía el poeta; "caminante no hay camino, se hace camino al andar".

Doy fe de que se equivocaba.
Se hace camino incluso sin andar porque la vida nos obliga, nos empuja, nos intimida, nos alucina, nos abruma.

Caminos hay tantos....,

tantos como personas.
Unos como en una cinta trasportadora, como una escalera automática.
Te quedas quieto y la ella avanza. No se para.
El paisaje pasa, lo disfrutas, lo admiras.
Te rodea pero no formas parte de él.
Hay formas y colores que nunca verás. Hay olores que no olfatearás. Hay sabores que no probarás.
Pero es un camino seguro. Tendrás donde agarrarte si hace falta.
Sabrás donde apoyar el pié sin tropezar.
Estás segura de la velocidad y sabes que llegarás.

Solo verás lo que esté cerca,

solo el primer plano y solo el instante que tarde en pasar.
Solo saborearás lo que se ponga en tu boca, lo que alguien te acerque y te deja lamer.
Solo olerás el perfume de tu propia ropa. Y el de quién comparta contigo el camino,
tu estático camino.

Pero incluso desde aquí

he visto que hay personas corriendo ahí fuera, por el campo.
Recorriendo senderos estrechos y revirados y a veces, cruzando por medio de los prados.
Jugando con extrañas flores cuya forma no alcanzo a distinguir bien y entrando y saliendo en el bosque, donde les he perdido de vista un buen rato.
Cuando han vuelto a salir iban tapándose la nariz porque sin duda el olor no era agradable,
pero yo no llego a olerlo.

Aparecen otros detrás de la colina. Se llaman, juegan, se empujan, se desnudan, se aman, ríen, lloran.

Otros se les unen, discuten, cantan, se separan, se marchan.
Van a la charca. Se bañan desnudos. Se masturban juntos y ríen histéricos hasta el flato.
Emborrachan sus sentidos mientras se disfrazan con extrañas ropas y parodian la comedia de la vida sobre un escenarios de terciopelo y sentimientos.

Y yo sigo en tu camino, que no es camino.

Traje gris. Corbata de doble nudo.
Elegante como un novio. Eterno novio monógamo. Padre gris perla sombría. Esposo modélico, fiel y marchito.

Tú sigues en el camino. Segura, sombría y ya distante. Plena al sentirte madre. Humana al sentirte hija. Ciega para no mirar adelante.

lunes, 20 de noviembre de 2006

No es lo que tengo, es lo que soy...

Me encanta el anuncio de Antonio Banderas donde dice "no es lo que tengo, es lo que soy". Siempre me han gustado las frases sencillas que condensan mucho significado. Pero en nuestros días esta frase encierra grandes contradicciones. Todos querríamos que nos valorasen por lo que somos y eso que muchos se/nos llevarían/amos una sorpresa y no siempre agradable. Dejando esta pequeña reflexión a un lado, lo cierto es que para valorarnos por lo que somos nos han de conocer; tiene que haber una cierta relación que propicie el conocimiento mutuo.

Evidentemente cualquier generalización es sensible a las excepciones, pero por lo general, en nuestra sociedad hay dos fromas de ampliar nuestro ámbito de relaciones interpersonales.

La mayoría de las personas que conocermos son de nuestro entorno social, cultural o laboral. Evidentemetne todos ellos tremendamente relacionados con "lo que tenemos". Nuestro nivel de vida propicia que vivamos en un barrio o en otro. Podemos desarrollar aficiones, pertenecer a clubs, practicar deportes o incluso aspirar a ciertos puestos laborales para los que se requiere formación especializada porque nuestros medios económicos nos lo permiten. Si no es así, acabamos en otros barrios, ejerciendo otros trabajos o perteneciendo a otro tipo de asociaciones. Lo que tenemos o hemos conseguido condiciona nuestro entorno y con ello la gente que conocemos. Para estos casos generalmente nos sentimos más cómodos entre personas de condición similar a nosotros.

La otra gran forma de relación es la voluntaria. Salimos "de caza", viajamos para visitar lugaremos lejanos y "conocer gente diferente", acudimos a una asociación para tomar contacto con una realidad que sentiamos agena pero que nos interesa o visitamos un local en busca de "relaciones interpersonales" (locales hay de muchos tipos, que la mente siempre tiende a pensar en la misma dirección). El caso es que son situaciones en las que se busca expresamente el contacto social y la relación interpersonal con otros, normalmente para obtener algún tipo de intercambio enriquecedor. Puede tratarse de intercambio de caricias, opiniones, conocimientos, o vete tu a saber que cosas que a ambos nos apetezca intercambiar. En la mayoría de estos casos valoramos muy positivamene la diferencia e incluso la buscamos expresamente.

Creo que resulta evidente que en este segundo caso también lo que tenemos es un condicionante primordial. Creo que se puede admitir que acostumbran a ligar más quienes llegan a los sitios con coches deportivos y despampanantes y que viajan más las personas con buenas rentas y pocas obligaciones para mantenerlas. Quienes tenemos 22 días de vacaciones al año, niños e hipoteca, pocas vueltas al mundo vamos a dar....

Como he dicho antes, cualquier generalización tiene excepciones. Jóvenes que viajan con becas o "haciendo dedo", son ejemplos de un interés por conocer lugares y gentes que supera adversidades, pero no dejan de ser más frecuentes entre las familias com más recursos los alumnos que estudian en otro país algún curso o especialización .

Así que retomando el inicio de esta parrafada; "no es lo que tengo, es lo que soy", pero si llevo un reloj caro de último diseño, igual es más facil que alguien se interese en mi y le pueda mostrar lo maravilloso que soy. Quizás es ese el mensaje que nos manda la gente
de Viceroy.....

domingo, 12 de noviembre de 2006

Leer, vivir, dudar....


Estoy solo; frente a mi mesa. A punto de tomar un baño para vaciar la mente y entrar en la cama en blanco. Me he puesto a mirar el blog y, despues de entrar mi MEME respondiendo a la invitación de Alb(v)a(ro) me he quedado pensando en el libro que acabo de ojear para hacerlo. Nunca he sido un gran lector en términos de volumen, pero si me ha gustado buscar lecturas que ofreciesen un contenido complejo, reflexivo y enriquecedor.


La verdad es que hace bastante que no leo un libro realmente trascendente. Algo que me haga reflexionar, sentir, dudar. Tuve una época brillante en la que recuerdo que la literatura que consumí me llenaba. Ahora hace tiempo que solo leo novelas intrascendentes. La última, sin ir más lejos, "El código Da Vinci".


Ya no hay en mi mesita obras de Kafka, Hermann Hesse o García Marquez. Recuerdo la lectua de Fausto como un reto personal (leer teatro para mi siempre ha sido dificultoso) que solo tuvo recompensa cuando unos meses después de terminarla volví a repasar la obra por segunda vez.


Recuerdo que después del brillantísimo "El nombre de la rosa" cometí el error de acomenter "El pendulo de Foucault". Evidentemente me sobrevaloré. Conseguí terminarlo por puro tesón y cabezonería pero ya no volví a elegir mis lecturas con el mismo criterio. Caí en una secuencia de elecciones hechas a partir de alguna crítica que seguía criterios de mercado, o directamente por el éxito de ventas o por las espectativas que pudiese generar un título osado. Quizás los ejemplos más esclarecedores son "El amante lesbiano" de José Luis Sampedro y "El código DaVinci". He de decir que en el caso del "Amante lesbiano", algunos pasajes me parecieron interesantes por lo "exotico" para mi de las emociones de los personajes y de ese planteamiento de la sexualidad que me resulta tan desconocido. Evidentemente el morbo del título ha sido la clave del éxito de este libro. Lo cierto es que cuando lo acabé mi sensación fue de superficialidad; de que se el tema no estaba desarrollado a través de personajes auténticos, sino más bien carentes de autenticidad. Le faltan las tripas, faltan seres humanos de carne y hueso, con sus neuras, vicios y perversiones, pero también con su ternura y entrega. Me pareció que los personajes eran simples maniquís en manos del autor. Del "Código de DaVinci" perfiero no hacer ningún comentario.


Pensando en todo esto voy escribiendo casi a salto de mata. Sin reflexionar mucho en lo que digo. Esta es la frescura de Internet. Colgar un escrito, una opinión, una reflexión, un sentimineto para el mundo sin tener que reviarlo ni venderle ninguna moto a nadie para que te lo publique. Esto es libertad. Esto es cojonudo!!!. Si Goya levantase la cabeza !!!!

jueves, 9 de noviembre de 2006

Nos mirais, y nos gusta que lo hagais. Os miramos, y nos gusta lo que haceis. Nos gusta vivir.

Para todos a los que se os ha ocurrido parsaros por aquí o que habéis llegado de rebote, os dejo con la primera entrada del blog de unos amigos que personalmente me cambio. Disfrutadla. Aquí hay poesia; aquí hay sentimientos; aquí hay amor......

La primera vez
Lo primero fue la tristeza. Cuando Álvaro me propuso ir por primera vez a Talismán, creo el sentimiento mas fuerte que tuve fue tristeza. Porque sentí que algo no iba bien, como cuando empiezas a notar un ruido extraño en el coche, o se te desencaja un poco la puerta de un armario, o te das cuenta de lo sucias que están las cortinas, las mismas que te encantaron por el color tan bonito que tenían. Aunque no pensé que él estuviera cansado de mí, si que quería algo diferente, probablemente estar con otra mujer y que además yo pudiera estar con otro hombre, cosa que yo no quería hacer. No quiero ser un cromo intercambiable por otro, aunque sea el más valioso. Quiero ser toda la colección.

Es complicado escribir sobre primeras veces. Y más si eso implica otra primera vez, como en este caso, al iniciar este blog. Hacia tiempo que me apetecía visitar un local “liberal”, “de intercambio”, o como quieran llamarse. Y no lo quería hacer por intercambiar nada, salvo opiniones, sino por pura (y he de reconocer que morbosa) curiosidad. Pero una cosa es el pensamiento, y otra muy distinta explicárselo a tu pareja. La respuesta de Alba, cuando se lo plantee en serio (quiero decir fuera de conversaciones más o menos “divertidas”) fue decirme que estaba claro que ambos queríamos acostarnos con otras personas. Y yo no quería eso. Ni acostarme yo, ni que ella se acostase con nadie (y con “acostarse”, me refiero a follar, por si no se entiende). No, yo quería mirar. Mirar como era la gente, que hacían, como se movían… Y quería hacerlo con ella, compartirlo con la mujer con la que comparto tantas cosas.

La noche del día D fuimos a cenar. No comí demasiado, quizás porque mi estómago ya estaba bastante lleno con los nervios. Compartimos mantel y palabras. Me explico que él tan sólo tenía curiosidad. Que, a pesar de lo que pudiera parecerme, no tenía ninguna idea previa de lo que podía encontrar allí. Álvaro parecía tener muy claro que no teníamos que hacer nada que no quisiéramos hacer. La verdad es que la idea de mirar y, porque no, que nos mirasen, si que me producía cierta curiosidad. Así que decidimos ir, sin que la decisión me quitase ni un poquito del terrible miedo que sentía.

Aquel día fue muy, muy completo. Era miércoles santo. Sus hijos, que viven con nosotros, estaban con su padre hasta el lunes. Yo acababa de dejar al mío con su madre. Unas copas de cerveza, en una terraza, con un día espléndido de abril. Y hablamos. Y hablamos. Yo creo que me enamoro de ella cada vez que estamos solos, sus labios… Hicimos el amor nada más entrar en casa. Enterré mis caricias y mis labios en su sexo, entregándole de nuevo lo que sólo ella puede tener. Recorrí sus pechos, sus caderas y mi sexo entró en ella para culminar una tarde… completa. Y luego… nervios. Nervios y miedo. Nervios, porque una cosa es la curiosidad, y otra la prudencia. Miedo, porque no quería hacerla daño de ninguna manera, por acción u omisión, y no sabia que podía pasar allí. Y nos fuimos a cenar, y seguimos hablando, y nos encontramos a otro lado de la cera de una puerta negra, riéndonos como críos y muertos de vergüenza, para ver si veíamos entrar a alguien, y si tenían cuernos, rabo o eran rojos. Vimos entrar a dos parejas, y parecía que nos las podíamos haber encontrado en cualquier sitio.

Fuimos y nos pasamos 10 minutos en la puerta, los cuatro, él y yo y vergüenza y miedo (no tenia ni idea de lo que iba a encontrar allí dentro). Nos decidimos a entrar y me encontré en un local donde la gente se tomaba sus copas con total normalidad, y donde desde luego, la gente no estaba haciendo el amor desnudos por las mesas.

Así que entramos. Una barra. Un camarero. Parejas. Hasta aquí, todo normal. Como en cualquier bar o pub. La primera diferencia llegó cuando una pareja subió hasta la barra con solo unas toallas tapándolos. Eso era novedoso. Más risas, menos nervios. Damos una vuelta por el local. Espacioso. Un jacuzzi (agua, claro…) amplio en la planta de abajo, una planta intermedia con la barra y otra habitación, con unas cuantas mesas , una planta intermedia con más mesas y sillones, y una planta de arriba con camas. Y nosotros… y toda la noche por delante.

Poco a poco me fui tranquilizando y en el piso de arriba vimos que había un “cuarto oscuro” donde se escuchaba una música suave y la gente estaba bailando y acariciándose. Al cabo de un tiempo (y de unas copas), entramos allí, animados sin duda por el ambiente del local, que consiguió que acabáramos igual que los demás, con los labios y las manos en el cuerpo del otro. Yo estaba cada vez más excitada y como a cada momento que pasaba me iba encontrando más y más a gusto, subimos al ático. Allí, en unas camas hicimos el amor, y ahora éramos sólo los dos, porque Vergüenza y Nervios debían estar por otra parte del local, sin duda haciendo lo mismo que nosotros. Ahora me gusta ir a Talismán, y me siento cómoda allí. Nadie te molesta si tú no quieres y el ambiente es muy sensual.

Siermpe quise ser tu T.J.

Siempre he querido ser tu T.J., velar tus sueños y tus esperanzas. Abrirte el camino, allanarte el terreno y derribar los muros que alguna vez amenazaron con aprisionarte. Ser tus ojos cuando las lágrimas han nublado tu vista y vigilar tu felicidad para que nada la perturbe cuando el triunfo te ha sonreido. Y luego esperarte en el furgón para fundirme en un abrazo contigo y sentir que somos un equipo. Siempre quise ser tu T.J. pero no pasé las pruebas de vista. Tengo más de 4 dioptrías en cada ojo….

¿Quien no ha querido un T.J. en su vida alguna vez?


¿Quién no recuerda esta frase: "T.J., al tejado" que pronunciaba Steve Forrest (teniente Hondo) en la serie televisiva "Los hombres de Harrelson"? ¿Han pasado ya tantos años? Eso parece… porque, al menos, para los que ya rondamos los ejem…nta, está tan fresca en nuestra memoria como presente en los juegos de patio de toda una generación.

Recuerdos melancólicos aparte, T.J. era algo más que un miembro de elite de la policía americana. En términos católicos-infantiles vendría a ser el "angel de la guarda". Aquel que desde las alturas vela por el bienestar y la seguridad de todos y cada uno de los miembros del equipo.

Y ¿quien no ha querido un T.J. alguna vez en su vida?. Una garantía de que no caeremos en la próxima emboscada de la vida, de que no cometeremos el error de doblar una esquina sin saber que "el malo" nos está acechando tras ella.

T.J. tiene mayor perspectiva. Ve la realizad mejor que nosotros y anticipa los problemas. Nos puede indicar el mejor camino. Nos mantiene a salvo y ve donde nuestros limitados ojos no nos permiten llegar. Nos avisa de lo que se nos acerca y de lo que dejamos pasar. T.J. nos puede decir que hay al otro lado del muro sin que tengamos que subirnos a él para verlo, sin riesgos, sin contratiempos.

Pero T.J. es algo más. Es un francotirador experto y experto en buscar la posición que mejor ángulo de tiro le brinda, que, como no podía ser de otra manera, es siempre un TEJADO.

Pero….. ¡Dios mío!. Me acabo de dar cuenta de otra cualidad de T.J. en la que nunca había reparado. De todo el equipo de SWAT, es el que está más cerca del cielo y por ello, el que está más cerca de Dios. ¿Será por eso que tiene la capacidad de decidir entre la vida y la muerte de todos los que están bajo su radio de acción?. Pero tranquilos que no hay dudas ni posibilidades de error. Con T.J. la seguridad de que la elección será la correcta está garantizada. No en vano es un policía, la representación del bien y la justicia.

Pero no se trata de una justicia ciega, ni burocrática. Se trata de una justicia con mira telescópica. Precisa e inmediata. Limpia, determinante y definitiva.

Puede eliminar un obstáculo con precisión milimétrica sin dañar lo que haya junto a él. Sus cualidades le permiten abatir al villano liberando al rehén (generalmente una chica) para que caiga en nuestros brazos salvadores y podamos protegerla. Porque además T.J. es abnegado. Siempre dispuesto a no discutirnos el protagonismo. No pugnará por la recompensa del abrazo de la chica, ni por el del agradecimiento de las víctimas. Eso nos lo deja a nosotros, a los que andamos por el callejón de la vida sin otra perspectiva que la visión de los muros que nos rodean. Él tiene que seguir velando desde las alturas porque podamos volver a la seguridad del furgón sin más sobresaltos.